Nicaragua cumple un año de su peor crisis sociopolítica en décadas sin encontrar una salida pacífica a través del diálogo que, hasta ahora, más que acuerdos sustantivos, ha develado una marcada diferencia sobre conceptos de justicia y democracia.
Un año después que estallarán las revueltas callejeras por una impopular reforma a la seguridad social, Nicaragua ha tratado de superar la crisis primero a través de un diálogo mediado por los obispos, que fracasó, y ahora mediante una negociación que tiene como testigos al Vaticano y la Secretaría General de la Organización de Estados Americanos (OEA), que tampoco ha dejado consensos en temas clave.
El Gobierno y una alianza opositora han dejado en evidencia sus diferencias, tan extremas que han imposibilitado alcanzar un acuerdo que ponga fin a la crisis que ha dejado cientos de muertos y de detenidos, miles en el exilio y una economía en caída libre.
“Creemos que hay un problema político muy grande porque el país está dividido”, valoró el eurodiputado Ramón Jáuregui (PSOE), quien encabezó en enero pasado una delegación del Parlamento Europeo (PE) que evaluó la crisis de Nicaragua.
Explicó que “hay una comunidad sandinista que tiene su época, su memoria, su legítimo derecho a sentirse parte de ese partido. Pero hay otra Nicaragua que quiere más libertad, mejor democracia y que se ha expresado y que está ahí en la calle”.
Por tanto, a juicio del eurodiputado, ambas partes tienen que reconocerse, dialogar y encontrar un modo de convivencia, de lo contrario los daños económicos para el país “van a ser muy serios”.
Los sandinistas encabezados por el veterano guerrillero Daniel Ortega, que retornó al poder en 2007 y que controlan los cuatro poderes del Estado, las instituciones armadas, más de tres cuartas partes de los municipios y los principales sindicatos, no están dispuestos a cambiar el statu quo de las cosas y anhelan a retornar al 18 de abril de 2018, antes de que estallara la crisis.
Pero para la oposición extraparlamentaria, la chispa que prendió esas revueltas callejeras hace un año marcó el comienzo de un camino sin retorno.
La tesis opositora es que para superar la crisis es indispensable la creación de una Comisión de la Verdad creíble y fundar las bases de una justicia transicional, así como adelantar las elecciones.
En un análisis compartido con Efe, el jurista y filósofo Alejandro Serrano observó que un aspecto que se ha evidenciado en la historia política de Nicaragua es la concurrencia de tres expresiones diferentes y contradictorias: la concertación, la confrontación y la confabulación.
A su juicio, si se destruye el péndulo que oscila entre la confrontación y la confabulación, aumentan las posibilidades de construir una cultura política de la concertación y la democracia, y que eso debería ser el desafío fundamental en la situación actual que vive Nicaragua.
Fuente: 800noticias