Psicóloga analiza la siguiente perspectiva: Soy la más torpe…

Es impresionante la capacidad que tengo de convertir el movimiento más simple en el gesto más complicado e imposible de descifrar. Tengo la capacidad de mover mis brazos, mis piernas y mi tronco en diferentes direcciones en el mismo segundo. Mi cadera parece soldada al resto de mi columna y mi ritmo… digamos que a veces creo que mis compañeras escuchan una canción y yo otra. Por supuesto, no puede faltar la capacidad que tengo de chocar hasta con la señora que falta a la clase ese día.

Me miro al espejo y me distraigo pensando en lo gordo que están mis muslos, en cómo se mueven la parte de abajo de mis brazos. No se cuando sucedió, pero ahora la punta de mis pies está más lejos de las puntas de mis manos que antes. Podría asegurar que el reloj retrocede y la clase se hace más larga, en el reloj de la pared parece que cada minuto tiene unos ochenta segundos y las canciones duran una eternidad.

La profesora está al frente del grupo, en todo el medio frente al espejo. Se ve tan feliz. Es capaz de hablar y reír mientras explica y baila. Yo tengo que establecer prioridades: primero respirar, luego no desmayarme y después viene eso que llaman coordinar. Veo la escena completa y la clase es hermosa. La gente está activa, de buen humor, enfocadas y sobre todo en armonía Sus cuerpos y la música fluyen mágicamente.

En el rincón, dos señoras mucho mayores que yo lo hacen de maravilla. ¿Y saben qué? A pesar de que lo que describo parece lo que se piensa cinco segundos antes de retirarse, les confieso… Soy muy, pero muy feliz de estar allí.

Me doy cuenta de que hace mucho no me dedicaba una hora completa solo para mi. Me doy cuenta de que no conozco la mayoría de las canciones por no decir todas, porque hace tiempo que la música había dejado de ser una prioridad. Veo a mis compañeras y aprendo de ellas, no a bailar, ellas lo hacen bien porque hace tiempo que lo hacen, hace tiempo que se regalan su momento de la semana. Aprendo de ellas que debo dedicarme un momento a mi. Se saben las canciones y las cantan sin asfixiarse. Sincronizaron y equilibraron sus vidas. Cada una tendrá su historia y sus razones para ir allí.

Hay a quienes les puede parecer frívolo, no siempre está uno en un momento de la vida donde puede permitirse tomarse una hora, o pagar una clase o simplemente poder asistir a una actividad extra. Hay épocas donde el trabajo, los compromisos, la familia, los gastos, las cuentas pues no lo permiten y hay otras prioridades. Tenía dos años sin ir a una clase, supongo o espero que en cuestión de semanas iré mejorando y mi torpeza pasará más desapercibida. Lo bueno es que nadie se molesta, se ríen y me tienen paciencia, por lo menos eso creo yo.

La profesora nos anima a todas y con paciencia usa los descansos para explicarnos a aquellas que aun no lo hacemos bien. Que no pasa nada, tranquila que para eso estamos aquí para relajarnos y disfrutar. Y tiene mucha razón, el detalle que quizás más deberíamos recordar, es que no se trata de la clase de zumba. Estamos en la vida para disfrutar, para ser felices.

 

Fuente: panorama

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